Nadie duda que las
madres sean esenciales para la continuidad de la vida humana, pero su función
implica mucho más que dar a luz.
Es la principal
protectora de la salud, la educación, el intelecto, la personalidad, el
carácter y la estabilidad emocional de cada niño. Una de las muchas labores de
la madre es la de educar a sus hijos, puesto que normalmente es de ella que el
pequeño o pequeña aprende sus primeras palabras y forma de ordenarlas. Por lo
general la madre pasa más tiempo con sus hijos que su esposo, de modo que viene
siendo la principal maestra y fuente de disciplina.
Hoy se reconoce
ampliamente la importancia de enseñar a los hijos durante los tres primeros
años de su vida, mientras suelen estar al cuidado de su progenitora.
Por lo
general se valora la labor docente de las madres en la crianza de sus hijos,
muchas madres que desean educar a sus hijos durante los vitales años formativos
deben luchar con la presión de conseguir un empleo para apoyar a la familia.
Las estadísticas indican que en numerosos países más de la mitad de las madres
con hijos menores de tres años trabajan fuera de casa.
Además es frecuente que
asuman toda la carga de la crianza, pues sus esposos han ido a ganarse el pan a
otra ciudad o al extranjero. Casi un tercio de los hombres se han ido del
país en busca de empleo, en otros casos,
la madre debe criar sola a sus hijos pequeños, porque su cónyuge la ha
abandonado o fallecido.
“La figura de la
madre es vital para la estimulación de la inteligencia y curiosidad del
pequeño, así como para el desarrollo de su creatividad”.
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